Los que se van
tienen
la culpa en las pupilas
las ganas en las manos
y el equipaje vacío.
Los que saben
que nunca volverán
llevan la libertad
escrita en la frente.
En la puerta
fuma
el que no se atreve
a huir.
Unas maletas sin dueño
dan vueltas
en la cinta transportadora.
Esperan seguir
un camino
aún sin marcar.
Como yo.
Más o menos.
Última llamada al señor García
para el vuelo
con destino Mallorca:
los hay que se arrepienten
de cada error
que no han cometido todavía.
Los que llegan
tratan de aparentar
con gran destreza.
Aquellos
que desearían
no haber llegado nunca
ni se molestan en disimular.
Y en mitad del caos
tú
ligero de equipaje
con cara de falso señor García.
Después de todo
hueles a café barato
a despedida
y a diciembres a cuatro manos.
Malditos aeropuertos:
da igual si me voy
da igual si soy yo la que se queda.
No puedo evitar sentirme culpable.
Demasiado genial, los aeropuertos siempre guardan muchas historias, y todos tenemos alguna en ellos.
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