24.9.10

Héctor 2.0

Héctor adora las camisas de cuadros: de hecho , muchas de las que su padre ha dado por perdidas, están en su armario. Es de los que nunca da nada por sentado, excepto si el cansancio emocional le impide ver más allá de un vestido vintage del que asoman unas bonitas piernas. Digamos que es de esa clase de individuos que caminan sobre nubes, creyendo que, si dice la verdad, es todo mucho más fácil.
Héctor no es guapo, pero su sonrisa de hijo mayor de "La tribu de los Brady" hace que lo veas así... O al menos un poco. Siempre está rodeado de gente, pero si le conoces bien bien, sabes que sus amigos son iguales a los dedos de una mano (o incluso menos). Su aparente inocencia le hace creer que toda aquella leyenda urbana de la media naranja existe... Aunque el mundo le esté obligando a cambiar de opinión.
A Héctor le encanta ir andando a todas partes. Si va solo, mejor si en el iPod suenan Vetusta Morla o The Morning Benders. Si está bien acompañado, mejor si es a una hora intempestiva... Por aquello de la magia, y las mariposas, y la electricidad.
Héctor lleva gafas sólo a veces. Aunque no las necesite siempre, se autoconvence diciendo que le hacen parecer "interesante". Así le va... Él es de los que no se enamoran nunca, o al menos eso es lo que viene diciendo desde la fase "pelirroja que le engañó como a un bobo haciéndole creer que le había derretido el corazón". Pobre...No se dio cuenta de que se le iba escapando el corazón poquito a poco, cosas de ser un llorón empedernido.
Héctor tiene la gran suerte (o desgracia) de emanar una "abrazabilidad" enfermiza allá por donde va... Serán cosas de tener la mirada vacía, como la de un furby que se ha quedado sin pilas.

Ah... Y es un Bic azul enganchado a una libreta de cuadrícula francesa. Ea.

20.9.10

Es difícil abrir los ojos cuando el cielo se queja.

Me gusta pensar a veces
que el silencio puede durar
más de lo que tú le pidas,
como un niño malcriado.

Parvulario desmadrado de sonrisas inocentes
como cuando dices que vendrás y no
hacer comida para uno
odiarte porque siempre te pierdes.

Estrellas que son testigos protegidos
que sólo se iluminan cuando no queda otra
igual que tu sinceridad sentimentaloide
que sólo sale cuando se me hincha la vena.

Esto no tiene buen color
pero no importa demasiado
suerte que traje el bolso grande...
Sí, ese que tanto odias
con la goma de borrar y los lápices Alpino.

7.9.10

Se alquila habitación

Ya está. Decidido: me quiero mudar a una habitación con vistas. Le he echado el ojo a una que es casi como el paraíso: está escondida en la parte trasera del garito de jazz más antiguo de toda Nueva Orleans. Eso sí, no os creáis que se la alquilan a todo el mundo, ¿eh? Una tiene contactos... Llámese contactos o el completo más barato de la zona: Johnny Bender no ha logrado olvidarme desde aquel 17 de octubre del 1994.
Sea como sea, por fin voy a ser feliz en mayúsculas: en MI paraíso, los zapatos de tacón no duelen, el mousse de chocolate no engorda y suena Louis Armstrong a todas horas.

5.9.10

La rebelión de las máquinas

-¿Me puedo fiar de tu GPS?
-Claro... Sabes que desde que me lo regaló mi padre hemos llegado hasta sitios impensables, ¿por?
-No, por nada... Solo que ahora soy yo la que necesita encontrarse.

2.9.10

Baby, please don't move.

Y en aquel preciso instante sus manos se rozaron tímidamente. Él sabía que no debía mirarla directamente a los ojos, pues eran de un azul tan profundo que corría el riesgo de perdese en ellos. Ella conocía todos los secretos que guardaba su sonrisa prohibida. Vio sus manos, deseosas de dar un abrazo sincero. Él olió su perfume: le gustaba sentirla cercana. Fueron unos segundos mágicos, sembrados de un toque de pícara ternura.
Y cruzaron sus miradas. Y un escalofrío recorrió ambas espaldas. Y una risa cómplice se escapó. Y el tiempo se detuvo.