20.10.13

Dominguitis aguditis.

Dicen
que el domingo
es el día del Señor.

La gente dice mucho
y sabe muy poco.
Cada vez menos.

El domingo es el día del poeta
día en el que puede herirse y sanarse
a su antojo,
día de suicidios emocionales
películas de guión insulso
y un "abrázame por detrás,
que yo no llego".

Yo nunca creí
en la personificación de mis dramas
como el niño
que blande un cazamariposas
para captar alguna muestra de madurez.

Dejémoslo en que todo cambió
el día que llamaste a mi puerta
y te abrí
y sí, tenías cara de drama
y mientras pude recorrer tu contorno
con suspiros de desencanto
tu olor... Se me metió dentro,
reordenó mi caos interno
y me estabilizó de tal forma
que dudo poder volver a dejarme llevar.

Y es que si todos los dramas huelen como tú...
Viva.
Viva la eclosión emocional que suponen
los domingos de resaca.

Y viva la capacidad de algunos dramas
de hacer
que cualquier día
sea domingo por la tarde.

Quizás
si no hubiese ingerido una cantidad insana
de comida rápida
hubiese cogido el móvil
abierto la agenda (por la D de drama)
y le hubiese dado al botón de llamar.

Pero por una vez
el colesterol sirvió de barrera protectora
a mi dignidad.

19.10.13

Y ahora no sé dónde está.

Para Martis


Solíamos quedar
cada mañana
en el mismo lugar:
yo con mi desayuno a medias.
Ella
con su iPod morado 
a todo volumen.

Recuerdo 
que odiaba madrugar
casi tanto
o más que yo.

Llegaba. 
Tarde.
Casi siempre.
Una sonrisa a modo
de disculpa
y no podías evitar
quererla
un poquito más cada día.

Tenía superpoderes
aunque no lo sabía:
mi favorito 
era 
el de venir a merendar 
conmigo, al trabajo,
sin avisar,
siempre que estaba
al borde del colapso.

La primera vez
que me despedí de ella
se iba a Madrid,
con la maleta llena de ganas
y la promesa de vernos allí.

Promesas de volver,
seguir, continuar,
crear, soñar...
Que seguían vivas 
cada vez más.

La segunda vez
que me despedí de ella
ha sido la última.

Y ahora no sé dónde está.


17.10.13

Whopper sin queso.

Es triste pedir
pero más triste es
que nunca le hayáis visto
cómo sonríe
enseñando todos los dientes.

Cómo se parece
a Jean-Paul Belmondo
en "Al final de la escapada"
creyéndose capaz
de conseguir cualquier cosa.

Que si el tatuaje de su pecho
es mi padrenuestro,
el de su espalda me sirve de avemaría
cuando decido
aparcar mi ateísmo en zona azul.

No os podéis imaginar
qué sexy está
fumándose el primer peta de la noche
mientras busco
la poesía que me deben sus manos.

Y es que negarle
significa
acercarme cada vez más.

Con esta puta manía mía
de querer hacerle el desayuno
hasta cuando sé que duerme con otras,
mi herida de 1.85 va camino
de no cerrarse nunca.

Pero es que tampoco
sé si quiero.

Podría estar eternamente
buscando
motivos por los que no quiero
quitármelo de encima
aunque cada vez esté
más lejos.

No pido que entendáis
que quiero que se quede
en mi vida
aunque él no me quiera en la suya.

Porque la poesía
siempre ha estado ahí
para abrazarme
cuando él se cansó de hacerlo
y con eso me basta.

Y no me comáis la cabeza
con eso de que no es para mí
porque todo
lo que escuece, cura.

Y con él
no va a ser menos.

Siento que me pasa
lo mismo que
con los agujeros del emmental:
creo que no le necesito
pero si no está,
no es lo mismo.

Por eso,
mientras espero a que vuelva
el whopper...
Siempre sin queso.

11.10.13

Contrato de alquiler.

Eres un ático con vistas.
Un hogar de altura
cuando tus pies siguen en el suelo.
La luz entrándote en las pupilas
y el reflejo
de un nosotros
resumido en una foto en tu mesilla.
Cuatro pisos interminables
que se dividen en rodillas,
caderas, manos...
Y la sonrisa más larga del mundo.
Aunque
lo que más me gusta de ti
es besarte
las rodillas
después de ver cómo te caes
en el mismo puto estribillo de siempre,
reconozco que tus vistas
son de lo mejor de la ciudad:
ojalá algún día puedas
mirarte de la forma en la que yo te veo.
Sólo así podré
vivirte hasta que expire
el contrato de alquiler.                            

7.10.13

Reconstrucción.

He olvidado voluntariamente
cuándo decidí que te quería
conocer,
cuándo quise
que dejaras de ser alguien
para ser simplemente tú.

Aún no sé
por qué tuve la genial idea
de abrirme en canal
sentarme a esperar(te)
y pretender que fuera recíproco.

Tú me miraste hasta el fondo
desde el minuto uno
y claro:
la adolescente con coletas que escondo detrás
de este escote
quiso creer que con eso bastaba.

Los "quiero" y los "pero no puedo"
jugaban al tira y afloja
con las ganas
que marcaban el camino
entre tu cabeza y mi ombligo.

Fumarme entera.
Fumarte a medias.
Que el tiempo y el humo
detuvieran
mis ansias reconvertidas en enfermedad.

No quiero saber si alguna vez
tuviste ganas
de hacerme el desayuno
o de follarme
en los baños de nuestro garito preferido.

Porque a veces
la felicidad es que tus oídos
no escuchen
lo que tu cabeza ya sabe.

Ignorancia por conveniencia
como terapia de choque
ante un ayer
que apuntaba maneras
para convertirse en mañana.

Pero en un mañana
de la hostia.

Menos mal
que lo vintage
está de moda.

1.10.13

Del amor a Troya hay cuarto y mitad de mentiras.


Todo el mundo miente.
Más, menos,
a la hora del desayuno
o cuando te piden un cigarro.

El cura, tu ex-novio, la panadera,
tu compañero de piso, el periodista,
la vecina de arriba
o tu amor platónico.

Hasta mi profesora de latín mentía.

"Omnia vincit amor".
Aún me acuerdo: el amor todo lo vence...
Mentira.
A Paris no le sirvió de nada.
Sí, ganó a Helena...
Pero a un precio que aún no sé
si yo misma estaría dispuesta a pagar.

En la carrera
por conseguir el amor absoluto
la familia y la pareja deberían jugar
en ligas diferentes
para mandarlas al banquillo
siempre que una de las dos corriese peligro.
Esto también va de acumular
el mínimo de tarjetas rojas
para que no tengas la excusa
de dejarme sin jugar por sanción.

El mismo caballo de Troya
fue una mentira también.
Llámalo mentira
llámalo trampa
llámalo "la estrategia más grande
jamás concebida en la batalla".

Y es que disfrazar con algo aparentemente amable
una amenaza latente
eso
sabemos hacerlo todos.

El problema viene
cuando te pillan antes de tiempo.