24.8.14

XXXI

Dice que tiene las manos llenas de versos,
los ojos llenos de peros
y su corazón,
cansado,
se ha vuelto bradicárdico.

Le gusta
vivir historias
de las que han escrito otros,
y vaticina finales alternativos
sin nadie
a quien poder contárselos.

Huye de las multitudes
corriendo para adentro,
para que nadie
pueda oler
su miedo de be(r)sar
a quien no debe...
Y copiarla cien veces como castigo.

Hoy le canta Ludovico,
mañana le toca la vida
abriéndose paso en su pecho, mudo,
y pasado igual les cede el honor a tus manos.

Supongo que sólo es cuestión
de remar
-o tal vez rimar-
en consonante
para salvarle
de sus propias aguas.

Pero no es tan fácil
como parece.