Dice que tiene las manos llenas de versos,
los ojos llenos de peros
y su corazón,
cansado,
se ha vuelto bradicárdico.
Le gusta
vivir historias
de las que han escrito otros,
y vaticina finales alternativos
sin nadie
a quien poder contárselos.
Huye de las multitudes
corriendo para adentro,
para que nadie
pueda oler
su miedo de be(r)sar
a quien no debe...
Y copiarla cien veces como castigo.
Hoy le canta Ludovico,
mañana le toca la vida
abriéndose paso en su pecho, mudo,
y pasado igual les cede el honor a tus manos.
Supongo que sólo es cuestión
de remar
-o tal vez rimar-
en consonante
para salvarle
de sus propias aguas.
Pero no es tan fácil
como parece.
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Mi caja de cerillas no es muy grande... Pero seguro que puedo hacer un huequito para la tuya :)