31.8.10

Los aeropuertos incitan a pensar (quizás demasiado)

Hace tiempo escribí: "No sabes lo que duele quedarse con las ganas". Pero todo quedó ahí. Hasta ayer por la tarde, cuando esa frase empezó a dar vueltas en mi cabeza durante las dos horas y algo que duró el viaje de avión que me llevaría a mi casa desde Leeds, después de un fin de semana legendario. Es lo malo de viajar sola en avión, que por muy acostumbrada que estés, jamás terminas de estarlo del todo. Y es que "aguantarse" las ganas de abrazar fuerte a alguien, tan fuerte que creas que se hace de noche, debería de estar prohibido. Porque es como cuando te das cuenta de que llevas los cordones desatados: te gusta el riesgo de pensar qué pasará "si dejas las cosas tal y como están", pero te asusta hacer algo, por pequeño que sea, y no obtener el resultado esperado.

25.8.10

Unos cuantos botones supersecretos de P.

Penélope está sola cuando hace frío.
Penélope sueña con ser mayor.
Penélope sueña en las noches que hace frío a que es mayor.
Penélope adora que le traigan el desayuno a la cama.
Penélope no tiene quien le traiga el desayuno a la cama.
Penélope cierra los ojos muy fuerte siempre que está triste.
Penélope cuenta hasta diez muy despacio antes de cerrar los ojos muy fuerte porque está triste.
Penélope se desestabiliza fácilmente.
Penélope conoce al culpable.

Si es que...
Aunque muy en el fondo, de Penélopes está el mundo lleno.

14.8.10

Cartas al director

Queridos responsables de la National Geographic:

Les escribo para informarles del descubrimiento de una nueva especie en peligro de extinción, y que suele habitar en sitios distintos, atendiendo a opciones de raza, edad y/o condición laboral. Yo tengo a bien llamarle el "desestabilizador": acostumbra a andar sigilosamente, tanto que cuando eres consciente de su presencia ya es demasiado tarde. De corpulenta figura y ojos interminables, su táctica disuasoria favorita es el abrazo compresivo. Aun estando rodeado de un ambiente hostil, se las apaña para convertir en algodón de azúcar todo lo que toca. Cabe destacar su capacidad de camuflarse con el medio, hecho que aumenta la peligrosidad de sus ataques. Tengo la teoría de que es de la familia de los arácnidos, sólo que en vez de atraparte en su tela de araña, se sirve de una sonrisa inmensa para engancharte y que no desees huir nunca. Hay distinas opiniones acerca de si hay o no una "hembra desestabilizadora"... En caso afirmativo, ejecuta a la perfeccción su papel de "macho alfa" de la manada.
La última vez que me atacó de improvisto tuve hasta náuseas... Pero náuseas bonitas, si es que se puede decir que existen.

11.8.10

Mi rincón favorito de Londres

Tienes que haber estado muchas veces en Londres para pasear por el Soho sin perderte. Es allí, escondido entre banderas multicolor y cafés de diseño, donde se encuentra mi rincón favorito: una tienda de barrio, chiquitita, de estas típicas con tropecientas cosas amontonadas en los estantes. Con tan sólo abrir la puerta ya hueles a bohemio, a experiencias, a flequillos ultralisos a finales de los 60. Digamos que emana ante el "callejeador" como un oasis del pop, en lo que parece una calle (Brewer St) repleta de negocios dedicados al cultivo del placer. Una vez dentro, el tiempo se detiene: es como una especie de campo electromagnético que te va llevando de las montañas de vinilos polvorientos hacia las pelis de cine clásico y de ahí a los objetos de coleccionista de The Beatles, y así sucesivamente... Un día tras otro. Es una intimidad parecida a la que crea Bastián mientras va descubriendo "La historia interminable". Sería un escondite perfecto si tuviese comida... Pero esa es una de las cosas buenas de Londres: tienes un Starbucks justo al girar la esquina de la calle. ¿Y qué hay mejor para admirar un Jefferson Airplane o un The Alan Parsons Project que un skinny latte doble y un pedazo de cheesecake?

5.8.10

Héctor.

(...) Fue hace bastante tiempo: yo aún iba al colegio. Era época de quejarse, lloriquear la escasez económica a los cuatro vientos y de no estar conforme. Con nada. Mientras unos reclamaban un poder que no les pertenecía, otros se regalaban al aire mortecino de cualquier esquina. Y es que, sin recuerdos, pensar en un mañana era mucho más complicado. Aún se notaba la resaca de aquel insípido abril del 87. (Se duerme. Jimena, sin saber qué hacer, finalmente decide despertarle. A Jimena) Perdona... Recordar me hace trabajar demasiado, despierta partes de mí que creía dormidas, como el piano sin afinar, duele mucho más... Y llego al mismo trauma de siempre: la narcolepsia. Hasta que no logré aceptarme, los días en la escuela fueron un auténtico infierno. Por eso, cada vez que intento pescar un recuerdo complicado, no puedo evitar dormirme. A más años atrás, más profundo es el sueño: seguro que piensas que estoy loco.

2.8.10

Se busca

Alexander es un cobardica. Ni bueno ni malo, sólo cobardica. Digamos que es de esa clase de personas que lo suele dar todo por sentado, sin pensar en las consecuencias. Como cuando dijo que ver las estrellas era cosa de cursis: allí estaba yo para recordarle que, según Carl Sagan, estamos hechos de polvo de estrellas. Aunque se retractó, se le olvida a veces. O como cuando dijo que andar descalzo por la hierba era aburrido: le recordé lo mucho que le gustaba que viésemos juntos "Descalzos por el parque", de Gene Saks. También solía decirme que odiaba las tortitas hasta que me conoció: suele pasar cuando subestiman mi capacidad en la cocina.
Pero creo que se ha cansado de aprender conmigo... Ya debería estar aquí: las noches de lluvia de estrellas no son lo mismo sin compañía. El dvd está cargando, y en la mesa he dispuesto todos los siropes por orden alfabético... Tal y como me dijo que le gustaba que lo hiciese.
Ya debería estar aquí: viste de blanco, y su sonrisa es la más larga del mundo. Si alguien le ha visto, que lance al mar una cerilla con olor a manzana: os estaré eternamente agradecida.