10.11.11

para reconstruir el imperio austrohúngaro es mejor esperar a medianoche.

Atardeceres ibicencos a orillas del puerto que huelen a caricias en la espalda y cigarrillos a medias.
Promesas que se escapan tras nubes de color naranja violáceo y vuelven convertidas en besos de buenas noches que no se pueden robar.
Un vestido que se mueve a ritmo de jazz y brisa marina, manos que se entrelazan por casualidad, una camisa de cuadros que se esconde detrás de un gin-tonic en copa de balón... Y mil "porsiacasos" en la recámara.

4 comentarios:

Mi caja de cerillas no es muy grande... Pero seguro que puedo hacer un huequito para la tuya :)