Atardeceres ibicencos a orillas del puerto que huelen a caricias en la espalda y cigarrillos a medias.
Promesas que se escapan tras nubes de color naranja violáceo y vuelven convertidas en besos de buenas noches que no se pueden robar.
Un vestido que se mueve a ritmo de jazz y brisa marina, manos que se entrelazan por casualidad, una camisa de cuadros que se esconde detrás de un gin-tonic en copa de balón... Y mil "porsiacasos" en la recámara.
Es imaginarlo en la cabeza y da envidia. Genial. Estupendo.
ResponderEliminartu si que matas a mi, que siempre tienes unos planes geniales
ResponderEliminarQue deleite de palabras :)
ResponderEliminar¡Qué tremendo!
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