23.3.10

La maravillosa historia de un error incomprendido II

JIMENA.- No recuerdo haberte dicho mi nombre el otro día.

HÉCTOR.- Es que no lo hiciste.

JIMENA.- ¿Entonces?

HÉCTOR.- Lo pone en tu colgante.

JIMENA.- ¿Qué? Sí, perdona... Lleva tanto tiempo conmigo que suelo olvidar que lo llevo puesto.

HÉCTOR.-Deberías tener una teoría para estos casos.

JIMENA.- La tengo.

HÉCTOR.- ¿La tienes?

JIMENA.- Sí, bueno... El 40% es de Joan Fuster, pero no creo que le moleste. Decía que los habitantes de la zona del Niágara están tan acostumbrados al estruendo que producen las cataratas, que son capaces de hacer una vida completamente normal. Como el tic-tac del reloj, o la lluvia: nos hemos habituado a vivir rodeados de cosas tan pequeñas que corremos el riesgo de perdérnoslas. Lo mismo que el colgante: es tan yo que seguiría siendo yo aunque no lo llevase, pero aun así sería menos yo si no lo hiciese. No sé si me entiendes.

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Mi caja de cerillas no es muy grande... Pero seguro que puedo hacer un huequito para la tuya :)