Voy a decirte una cosa:
no merezco que tus iniciales
estén ocultas
en cada uno de mis versos.
Por muy pequeño que te hagas
el recuerdo de tus manos
en mi espalda
delatará tu situación
como el GPS de tu viejo Ford:
el mejor ayudante para perdernos
al calor
de cualquier luna de octubre.
Octubre sigue doliendo
pero no más que el último febrero.
Igual que Adán y Eva
tus costillas me dieron vida
porque mi nombre se grabó
en un hueco ganado a pulso.
Catástrofe de dimensiones bíblicas
al amparo de libros de autoayuda
residiendo temporalmente
en la terminal de salidas del aeropuerto.
Decir adiós
es un tipo de fractura
que no te cubre la Seguridad Social.
Ya que no hay recetas
el remedio está en tus manos:
vuelve
y a cambio te regalo un poema como éste.
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Mi caja de cerillas no es muy grande... Pero seguro que puedo hacer un huequito para la tuya :)