8.7.12

Al fondo a la izquierda.


Diciembre es muy de quererse... Pero él solía llevar guantes incluso en verano. Tenía miedo de tocarme, de sentir que esto que éramos latía sin pensar en un mañana. Le pedí una ventaja de dos atardeceres, quizás tres mediodías perdida en sus costillas. Necesitaba sentir sus yemas recorriendo las líneas de mi espalda, ver como los lunes se volvían madrugadas de viernes sin casi darnos cuenta. Nuestras promesas hechas historia, páginas que cada 14 de agosto había que pasar... O acordarme de que un día se pasaron.
Llegué a pensar que ya nunca más seríamos primera persona del plural... Porque los pronombres llegan sin avisar y duelen tanto como vivir en pretérito. Pedí ser tocada en francés, a ver si así el miedo era algo menor... Demasiado tarde: las ganas se me habían enquistado en la garganta. Vi dos ojos marrones que hablaban diciendo “quiero pero no puedo”... Y entonces supe. Supe que no podía tocarme a mí... Pero que era la única persona del mundo capaz de quererme a través del violín.

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Mi caja de cerillas no es muy grande... Pero seguro que puedo hacer un huequito para la tuya :)